marzo 26, 2011




He tomado el más anciano de entre un bosque de lápiz

donde la caligrafía degüella a cada instante los lomos de un incunable en viernes
de uno en otro tropiezo ha disentido en color
señala un haz de luz la cesura del fracaso
como masaje que antes rezumaba antigüedad
sobre la mesa arcana se desata otro incordio
calamidad dorada es su interior, sombra
disipa todo betún el genio o la bruma
solo un dátil de cristal reduce con un verso
puede rasgar con un escalofrío el relente de un violín ajeno a la partitura
que una vez extinguida, produce orín evanescente de un éxtasis llegado
y es Calíope mutante incapaz de contener la libélula de su ceguera
quien, de nuevo, sobre la tundra de agua hallará pradera para su medicina

Más allá, atrás de los muros, del verdor que precede a la muerte

el mundo es un teatrillo practicado en linóleo, febril de ficciones
que recibe la extremaunción al borde del opaco
se amarra cual Ulíses ebrio a un mástil de mentiras
como el antagonista de trapo que mastica un bombón de la tierra

Señalan todos a coro el pozo en el que permanece insepulta la última fotografía

donde quedó requisada la esponja que el poeta
recaló en su pecho en el ocaso de un suicidio





De todos los reflejos capaces en el ojo de una aguja, ella es una palabra. Ella, que no es nadie, es una palabra que puede cartografiar el medio de los sueños en un fonema de policarbonato. Y de todas las palabras, ella ha decidido posarse entre las asas de un paréntesis chino, lo ha ebonizado a fuego fatuo, se ha detenido alimentada por el placer, un fogón de la niñez, una rosquilla insepulta.

Puede ser que en ocasiones, la rosquilla, ella y su ojo, hayan viajado de lo fantástico al acero 18/10 urgiéndoles corregir el eje terrestre con un despacho de biodramína.

En resumen: ella es una palabra emergida de una fosa que hoy es un nido de alondras. En los días en que amanece Prusia y el ocaso se aventa con nebulosas clorhídricas, bajo los árboles, sobre la escala cromada, asoma su dicotilia por el trasunto de una madriguera; vuelve, vuela, salta, entoma, se enreda en contusos. Ha entendido como principio de todos los encomios, una chilostra.

Regresa de un largo paradigma.

Y entonces, reposa.

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