Lucía en las muñecas
dos preciosas cicatrices
dentadas de lágrimas de sutura
que le otorgaban la distancia
de haber vivido
y no haber sabido morir.
Hacían juego aquellos cortes
con sus ojos
color de estrella.
Ella era
la mas fría y mas bella
mujer distante
que jamás conocería.
Estaba allí.
Hermética. Inerte.
Detenida.
Híbrida de hielo y ceniza.
Era ella.
Y estaba muerta.
abril 18, 2009
Era el otoño del 46 y
había sido un buen año.
Creo que fue en el Red Runner Inn.
Me guiñaste un ojo
y te advertí
de la dureza de mi vello
y de que mis garras no eran retráctiles.
Te conté que a veces
/por eso/
me causaba heridas importantes
que no cicatrizan nunca.
La carretera te pedía un Buick del 42 y
te decepcioné con un Sparrow (gris) del 38.
Huimos a toda prisa.
No hacía falta que me agradecieses
que te hubiese comido el coño.
Eso siempre está de mas.
Un beso de buenas noches
/y hasta nunca/
hubiese sido suficiente.
El cianuro haría el resto.
abril 06, 2009
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