abril 18, 2009

Lucía en las muñecas
dos preciosas cicatrices
dentadas de lágrimas de sutura
que le otorgaban la distancia
de haber vivido
y no haber sabido morir.

Hacían juego aquellos cortes
con sus ojos
color de estrella.

Ella era
la mas fría y mas bella
mujer distante
que jamás conocería.

Estaba allí.

Hermética. Inerte.
Detenida.
Híbrida de hielo y ceniza.

Era ella.

Y estaba muerta.



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